Publicación de la Coordinadora de Organizaciones y Movimientos Populares de Argentina / Nro. 0 / La lucha por los bienes comunes
Hij@s de la madre tierra, contra el saqueo y la contaminación
La lucha por los bienes y entornos comunes es un reclamo por un nuevo espíritu de comunidad, por anteponer -al mercado- el interés económico del bien común, que nos alimenta a todas y todos como personas. Como dice Javier Rodríguez Pardo, "la libertad es un bien común, como lo es el oxígeno que respiramos, el color de una flor, el sonido de una cascada, el silencio o el murmullo de un bosque, el viento, el cosmos, el pensamiento, la velocidad de la luz o la capa de ozono. En este sentido, el suelo, el subsuelo mineral, el glaciar, el agua, no son recursos naturales sino bienes comunes. Dicho de otro modo, las riquezas que habitan en la tierra no son recursos naturales, son bienes comunes".
Hablar de los bienes comunes nos ayuda a identificar una amplia clase de recursos en cuyo control y manejo la ciudadanía en general o comunidades específicas tienen intereses políticos y morales. Una gran cantidad de estos recursos se está convirtiendo en propiedad privada para poderlos comprar y vender en el mercado. Esa es una de las grandes injusticias de nuestro tiempo, que la política de la representación tiende a pasar por alto. De maneras tanto abiertas como sutiles, los ideólogos del libre mercado en el mundo empresarial y la política están decididos a privatizar recursos que son -o deberían ser- propiedad colectiva de las comunidades. Desean convertir en propiedad privada recursos sujetos a un control público o colectivo. Algunos denominan a este proceso como el "cercamiento de los bienes comunes".
Los sistemas liberales son, en esencia, motores para el cercamiento de nuestros recursos por los mercados. Las economías políticas de las sociedades industrializadas tienden a considerar que los recursos son "activos de mercado sub-aprovechados". Se les ve como insumos brutos para generar utilidades empresariales. A menudo se critica que las restricciones a su uso para propósitos del mercado -por ejemplo, reglamentaciones sociales o ambientales- son impedimentos para la creación de riqueza y, por consiguiente, moralmente sospechosas. En la visión neoliberal, los derechos de propiedad privada representan la manera más eficiente para producir riqueza, lo cual constituye el "progreso".
Es necesario que estudiemos mucho más para lograr una mejor comprensión de la gran cantidad de bienes comunes que nos rodean. Sin embargo, queda clarísimo que todos ellos aportan una gama de soluciones creadoras de riqueza y protectoras de recursos que el gobierno y los mercados simplemente no pueden ofrecer. Los bienes comunes son un interés compartido o valor. Es el patrimonio o legado, y se refiere a cualquier elemento que contribuye al sostén material y social de un pueblo con identidad compartida: la tierra, los edificios, el almacenamiento básico de semillas y el conocimiento de la práctica o los rituales. Sin bienes comunes, no hay comunidad. La mayoría de los economistas modernos los conciben como un objeto ajeno a los sujetos. Desde nuestro punto de vista, los bienes comunes son el elemento material o conocimiento que comparte un pueblo. No son un incidente físico sino un evento social. Si se quitan, queda destruida una comunidad, y la destrucción de un complejo de relaciones demuele a los bienes comunes.
Como muy bien lo expresan los compañeros de Pañuelos en Rebeldía, los problemas que enfrentan los bienes comunes son:
-Grandes concentraciones de tierra en pocas manos.
-Invasión y expulsión de pueblos originarios, campesinos, y pobladores.
-Entrega de grandes extensiones de tierra a magnates nacionales y extranjeros.
-Explotación y saqueo de bienes naturales.
-Contaminación y destrucción ambiental.
-Privatización del espacio público.
-Imposición de transformaciones culturales.
-Militarización y control.
-Falta de tierras y viviendas para amplios sectores de la población.
-Alquileres impagables.
Entonces al hablar los habitantes de Nuestra América, no nos referimos sólo a los bienes públicos, a los fiscales o a los de dominio público, que son categorías jurídicas definidas desde y para el Estado capitalista. Nos referimos principalmente a lo que hemos denominado lo nuestro, en lo que prima la esencia y la existencia, en la que radica nuestra entidad como pueblos. Sería mejor hablar entonces de lo nuestro, de lo que nos corresponde a nosotros como parte de un pueblo y un territorio. El hecho de ser colectivo (nuestro) no significa que tengamos el derecho de acabar, o extinguir los recursos, sino que más bien habría una relación entre iguales para decidir sobre ellos. Tendríamos que ser responsables entre nosotros mismos, pues lo que afecte a uno afecta a todas y todos. Estaría basado en una ética y una práctica de solidaridad y reciprocidad, de equilibrio y cooperación, contraria a la idea hoy en boga, reforzada por los tratados comerciales, de que todo es privatizable, todo puede, todo debe entrar en el mercado, supuestamente como única manera de asignar valor y prevenir su deterioro.
El reciente acampe de 48 horas en defensa de los glaciares, como bienes comunes, creadores y generadores de agua y vida para nuestros pueblos, es una muestra de la capacidad de las asambleas populares, indígenas, campesinas, urbanas, de poner lo común como un bien que no viene como algo dado, construido desde arriba, sino que es fruto de la movilización y la lucha. Los gobiernos cómplices deberán tomar nota de quiénes son los actores que se pondrán de pie frente a las corporaciones. Con este triunfo, como tantos otros en la historia de los de abajo, el sentido de comunidad de los bienes obtuvo un piso importante que da la ley de un estado capitalista, tan lleno de contradicciones que a veces puede jugar a favor de los comunes. La lucha debe continuar. Y continuará en la medida en que sigamos resistiendo: uniéndonos cada vez más. Para seguir de pie y codo a codo, para seguir luchando por lo nuestro.
¡Para tod@s todo!
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